Para destacar de nuestra visita: La caminata por el Rastro ("y no volvi mas a tu puesto del Rastro a buscarte"..punto mítico en mi itinerario trovadoril), por la Gran Via ("te vi salir del metro de Callao envuelta en una nube"), por Lavapiés y La Latina (me hacia falta un poco de esa bohemiedad propia de cualquier metrópolis), por el Barrio de las Letras (imperdible...para perderse en él: las casas de Cervantes y Lope de Vega sobre la misma calle, los poemas escritos en la vereda). Todo valió la pena por esos minutos frente al gran Guernika y sus bocetos, en el Reina Sofía. Nunca pensé que Picasso me iba a enloquecer así. Cuando uno lo ve al cuadro, en directo, y mira despacio cada parte y hace lo mismo con todos los estudios expuestos alrededor, puede llegar a comprender cada vez mas y de a poco, esa obra. Miró y Dalí casi quedan insulsos a su lado. Después, muchas vanguardias, de las que rescaté la guitarra omnipresente de Juan Gris y una biblioteca entera tallada en madera, que parece la de cualquier casa desvencijada, de autor olvidado. A la salida del Reina Sofia, comimos unas bocatas con Flor, al sol de los puestos de artistas novatos y vimos cruzar la plaza, rubia y escoltada, a nuestra Lilita Carrió. La misma.
Otros rincones nos encantaron, los de siempre (El Palacio Real, la Almudena, La Plaza Mayor) y otros los disfrutamos al son de nuestra charla. Al final, a eso ibamos, a conversar!
"Madrid será una hoguera y nosotros incendiarios"
Es una ciudad inacabable. Siempre hace falta volver.
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