domingo, 8 de octubre de 2006

Pongamos que hablo de Madrid

Y así titulo mi crónica madrileña: con la música sabinesca que me acompañó en este mini viaje de fin de semana a la capital ibérica. Fue una visita espectacular y me volví a enamorar de la villa real, como en aquel jubileo del 2000 cuando apenas empezaban a surcar los mails por el mapa global. Recuerdo que entonces le escribi a mi familia que estaba fascinando esta ciudad, con sorpresa, y de nuevo esta vez, me dio la razón la acogedora urbe. Aproveché el finde para verla a Flor González, vieja compañera de emociones y de años de centro de estudiantes de letras, tertulias literarias y recreos frente al río. La recorrimos a pie, descubriendo lugares por donde antes no habia estado. Me albergaron las hermanas de mi hermana, las marianistas, en su sencillo piso de la calle Alvarez de Castro, un tranquilo barrio Belgrano de Madrid. Las comparaciones son odiosas, pero nuestra querida Bs As está contaminada del estilo de Madrid y por eso, me sentí como en casa entre el metro y la parte borbónica de la ciudad- es decir, toda esa parte cuyo paralelo son los edificios del centenario en Av. de Mayo-. La otra parte histórica, la de Alatriste, la del siglo de Oro, no tiene nada que ver con nada. Es simplemente genial.
Para destacar de nuestra visita: La caminata por el Rastro ("y no volvi mas a tu puesto del Rastro a buscarte"..punto mítico en mi itinerario trovadoril), por la Gran Via ("te vi salir del metro de Callao envuelta en una nube"), por Lavapiés y La Latina (me hacia falta un poco de esa bohemiedad propia de cualquier metrópolis), por el Barrio de las Letras (imperdible...para perderse en él: las casas de Cervantes y Lope de Vega sobre la misma calle, los poemas escritos en la vereda). Todo valió la pena por esos minutos frente al gran Guernika y sus bocetos, en el Reina Sofía. Nunca pensé que Picasso me iba a enloquecer así. Cuando uno lo ve al cuadro, en directo, y mira despacio cada parte y hace lo mismo con todos los estudios expuestos alrededor, puede llegar a comprender cada vez mas y de a poco, esa obra. Miró y Dalí casi quedan insulsos a su lado. Después, muchas vanguardias, de las que rescaté la guitarra omnipresente de Juan Gris y una biblioteca entera tallada en madera, que parece la de cualquier casa desvencijada, de autor olvidado. A la salida del Reina Sofia, comimos unas bocatas con Flor, al sol de los puestos de artistas novatos y vimos cruzar la plaza, rubia y escoltada, a nuestra Lilita Carrió. La misma.
Otros rincones nos encantaron, los de siempre (El Palacio Real, la Almudena, La Plaza Mayor) y otros los disfrutamos al son de nuestra charla. Al final, a eso ibamos, a conversar!
"Madrid será una hoguera y nosotros incendiarios"
Es una ciudad inacabable. Siempre hace falta volver.

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