Es la música de la limpieza, y sí, es la música del sábado por la mañana mientras leo el diario, y me preparo unos mates. Son esos momentos liberadores: ducha bien caliente, sesión de cremas, Sabina a todo volumen. Así también me gané los porrazos de la pared de mi vecina de al lado (la medianera es de celofán) y la fama de neohippie por nuestra comunidad de amigos, aunque la compartimos Pecé y yo y los Echavawatson desde hace años. Háganse una idea del contexto. Bien. Y Mikel que decía el otro día: ¿por qué ser burgués es algo negativo? Las teorías liberal-conservadoras de mis amigos nos envuelven en conversaciones insólitas. Ahí es cuando soy feliz de ser latinoamericana y saber que las opciones políticas no tienen que llevarte a los polos del pensamiento (¡que no caiga Tenochtitlan!).
Hay días que nuestro hippismo me da alas: como en esa tasca rasposa del casco antiguo, cenando con la gente de teatro. Y otros días, se desmaya frente a la verdad: como en el piso de la italiana-decoradora, la tarde del domingo pasado, donde supe, aunque ya lo asumía, que tener gusto y ser pobre duele bastante.
1 comentario:
Era 1988 y no necesitabas preocuparte por la derecha y la izquierda. Mi brazo estaba detrás tuyo para sostenerte en caso que fuese necesario.
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