martes, 8 de abril de 2008

Jujuy cuando llueve

¡Quiero un mate! ¡Un mate ya!
A esta tarde lluviosa en la biblioteca le falta esto: la poción, la calidez, la amargura dulce de un buen mate con espuma. Pero llueve y el mate está sólo en foto. Y me esperan horas acá dentro, feliz, pero acá dentro.

Hoy a la mañana te recordé, Laus. Recordé aquella tarde de cielo como una tapa de cacerola en la que llegamos a San Salvador de Jujuy. Éramos jóvenes y bellas y nuestra vida no conocía más que crisis económicas y sociales. Y llegamos a Jujuy, atrapadas en un sueño de viaje, con el ánimo en las nubes, con las mochilas repesadas, con ganas de acción. La siesta aplastaba la ciudad gris, plomiza, nublada, a punto de largarse a llorar de abandono. Enero. Lluvia con calor. Parecía otoño. Y, mientras nos empapábamos, vos empezaste a cantar esa canción, de las aprendidas en la Peña del Colorado, me gusta Jujuy cuando llueve. Entonaste con tu voz suave y las demás te escuchamos con un malhumor pegado en la frente como una vincha elástica y tirante: queríamos dejar de mojarnos, calentarnos, dejar esa ciudad gris que largaba gritos de soledad.

No puedo recordar cómo siguió ese día. No sé si dormimos ahí. La pobre Jujuy nos rechazó, mientras todos sus pueblos de alrededor nos recibieron con vino, chicha y bailes. No hay fotos de esos días en San Salvador. No hay nada que recordar, salvo tu canción y aquella otra, que saqué en la guitarra y me persigue desde hace días, como una hilacha del jean:
Jujuy, cuando volveré...

Pamplona es así. No para de llover. Que es primavera, bonita...
No para de llover.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran zamba.

(Es una fruta madura Jujuy...)