En el ensayo final, me quedé en blanco. Entré al escenario sabiendome perdida y tímida y reconcentrada. Ahí estaba toda esa gente y los focos y los cambios de luz. Ahí estaba yo, en mi mejor versión de la enana vestida de blanco. Ahí, mis compañeras con sus propios cuentos y, al fin, me tocó el monólogo. La historia de la difunta Correa. Sangre popular saltó desde lo más lejano de mis venas cuyanas (las fundaciones y las lápidas). Ahí, mi voz. Ahí, la botella de agua pendiente de mi mano. Me sentía en paz, feliz, como en mi casa. Yo no sabía lo que era esa enfermedad, ese contagio, esa necesidad de armar las tres carpas y quedarse para siempre sobre unos cuantos tablones de madera y un foro mudo y expectante.
Cuidado... que eso engancha.
Cuidado... que eso engancha.
3 comentarios:
La Difunta Correa, un mito indigena (casi) actual, incorporado al corpus de Virgenes y Santos venerados en la religion popular. Me has recordado mi primera excursion por los Andes, afuerino en viaje, fotografo de los santuarios de la Difunta Correa (nunca Correa a secas), cementerios plásticos de botellas de agua. Y yo pensé, inocente de mi, que se referian a rotas correas de ventilador! y que el agua estaba alli para rellenar radiadores.
Hasta que Internet me descubrio la extension de mi ignorancia
¿venas cuyanas? Pero me parece que estás mirando tu cuerpo interior con el navegador linux de Julián, o algo así.
¡Lo que es el pacto ficcional, ché! Al final, parece un pacto más pisoteado que el de San José de Flores (aparentemente, ahora se ha mudado a la región de Cuyo).
pecé, mi familia sanjuanina, niño!
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