martes, 29 de julio de 2008

Yo pisaré las calles nuevamente


Santiago de Chile siempre le da un vuelco al corazón. Esta vez, vimos la cordillera desde arriba, iluminada por una nieve sempiterna. No pudimos localizar al Aconcagua. Me quedé con las ganas de ver al coloso, pero las bolsitas de Pluna fueron toda mi atracción.
Cuando pisamos el aeropuerto, nos recibió Lou con un cartel escrito en marcador y una sonrisa que nos conquistó. Esa tarde, tomamos once con las monjis y charlamos de lo lindo.

El viernes fue el día exclusivo de patearnos todo Santiago. La esperaba ver más moderna, pero no tan reluciente. Después de días, el smog había dejado lugar a la hermosa cordillera que brillaba en blanco y gris en el horizonte. La ciudad -descubrimos con asombro- tiene verdaderos rincones bohemios y un Mapocho que le gana a cualquier río. Uno no se lo espera y de pronto, se descubre un caudal con gaviotas y parques alrededor.
El viernes al mediodía vimos a los novios, en plena previa del casorio, y comimos con Mikel en Liguria, un restaurant-cambalache donde un ciego tocaba tangos en vivo.

Después del conejo y la tarta de molusco chileno, seguimos por Providencia y nos desmayamos en el café del centro cultural de la Moneda cerca de las ocho de la noche. Cada dos cuadras entonábamos Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago... y por delante de la Moneda, tu tareareaste a Jara....Homenaje a Salvador Allende. Artesanías del largo país. Un viento frío y penetrante empezaba a bajar.

El sábado, el matrimonio: viña, fundo, capilla, lago, parque....buen vino y asado. Volvimos a medianoche y nos esperaba Lou con un té caliente y ganas de chusmear. Ese día, nos extrañamos desde el amanecer.

El domingo amaneció nublado en San Miguel. Después de misa, tomamos un desayuno eterno y comentamos el Mercurio. Compramos yerba chilena y nos cargamos las valijas al hombro en el metro. Las despedidas, siempre duras. Qué duras.
A la vuelta, la cordillera estaba tapada por las nubes desmenuzadas. Por dentro, y durante el vuelo, me la pasé cantando "boronbonbón el soldado Trifaldón" y todas las letras de los muñecotes de 31 minutos que vimos con Lou el sábado a la mañana. Hace casi 15 años que no veía un programa infantil con mi hermana. Fue como entonces: ella me explicaba las historias y los nombres, se sabía de memoria melodías y propagandas, y yo me reía con esos chistes como si nunca hubiera escuchado ninguno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

qué linda que sos!! te dejé un mensaje en el móvil argentino, lo escuchaste? besos muchos