jueves, 15 de octubre de 2009

O una mordaza

Desde hace tiempo estoy convencida de que los deportistas no deberían hablar. Ni ellos, ni sus entrenadores, ni sus D.T. Y muchos seudopolíticos (o sea, los dictadores) tampoco, aunque, curiosamente en ellos se encuentra en exceso la tendencia a la prédica, una verborragia envidiable por la atracción que produce.

Esta mañana -como siempre- mi baño radial de realidad me dejó una risa larga, que se convirtió en risotada. Y pasó la vecina con su piyama nuevo, se lo conté, y seguí riéndome. En el fondo, por supuesto, me da vergüenza. Un pudor profundo, como cuando a un uruguayo le hablan de su estado como el "paisito" (que es la manera como lo llaman, pero desde adentro), o como si a un grandullón le gritasen su apodo de la infancia, aquel que nunca reveló y que le eriza la piel (¡Cuchi!), en medio de una reunión empresarial, rodeado de sus subordinados.

A mí el Diego me da una vergüenza internacional, me sube los colores a la cara, me hace soltar risotadas metálicas. Y creo que le vendría bien hacer un voto (como el de sencillez, del que hablábamos ayer con S.), pero de silencio profundo. Que sólo en sus cejas se transparente la iracundia.

3 comentarios:

Ale's mom dijo...

Sé bien cómo te sientes... en Venezuela estamos repletos de ejemplos embarazosos

Juan Ignacio dijo...

Yo hago un voto... para que se vaya.

Creo que es lo mejor que puede hacer. Que se quede con esta alegría, nos deje adentro en el mundial y ya veremos que hacemos. Por lo menos ya vamos al mundial.

Julian dijo...

Ya no me da ni verguenza Maradona. Es su forma, lamentablemente no puede descargar su bronca de otra manera.

Con esto no lo estoy justificando. Realmente se desubico, no en los conceptos, porque realmente la prensa deportiva no aporto mas que tirarle de todo, sino en como decirlo.

La bronca, a veces, puede mas y el orgullo tambien.