
El mundo de los blogs es de lo más abigarrado, y últimamente estoy en busca de sitios que me aireen un poco, que no sean exclusivamente de vivencias (siempre éstos, como el mío, decaen en un punto), ni totalmente literarios o periodísticos...y he aquí que encontré uno que me recordó una de mis tantas profesiones posibles paralelas (para lelas): el diseño (Azul Blue:arte, bijou, materiales). Desde que empecé el doctorado, vengo cubriendo de oprobio el diseño y la moda; los señalo con un dejo de superficialidad culpable y así lo zanja la conciencia; pero en el fondo y no tanto, sé que es algo que me gusta mucho y esencialmente, a escondidas (cuando la pura verdad es que me costó menos elegir la ropa de la defensa de tesis que escribir la defensa).
Mi amiguísima L., afamada becaria en psicología, futura investigadora conicet (acá lo firmo) siempre que iba a visitarla, y después de charlar horas de temas sesudos, me decía: ahora, pebeta, vamos a ver pilchas. Y ahí nos ibamos, a perder horas mirando vidrieras. Esta actividad totalmente vacía, decía ella con convicción, nos venía bien para compensar tamañas charlas. L. es de esas mujeres que combinan bien todo: la ropa, la vida intelectual y el humor. No sé cómo lo hace, pero le sale muy bien. Y en el medio, una opción espiritual por los pobres.
He aquí la ecuación que me hago desde hace mucho tiempo: ¿en dónde se encuentran la pobreza (1), la belleza (2) y la vida intelectual (3)? Siempre me pareció que era más fácil hablar de una cosa, de la otra y la otra, por separado; a veces, 1 con 2 + 3, como cosas incompatibles. Pero en el fondo, intuyo (y sin mencionar teorías teo-estéticas) que todo tendrá una respuesta. Pero aquí no hay lugar para largas, sino para cortas, así que sólo dejo las inquietudes y mi nueva definición del síndrome de Audrey Hepburn: aquel que es un poco superficial, y al mismo tiempo, angelical, inteligente y solidario.
Mi amiguísima L., afamada becaria en psicología, futura investigadora conicet (acá lo firmo) siempre que iba a visitarla, y después de charlar horas de temas sesudos, me decía: ahora, pebeta, vamos a ver pilchas. Y ahí nos ibamos, a perder horas mirando vidrieras. Esta actividad totalmente vacía, decía ella con convicción, nos venía bien para compensar tamañas charlas. L. es de esas mujeres que combinan bien todo: la ropa, la vida intelectual y el humor. No sé cómo lo hace, pero le sale muy bien. Y en el medio, una opción espiritual por los pobres.
He aquí la ecuación que me hago desde hace mucho tiempo: ¿en dónde se encuentran la pobreza (1), la belleza (2) y la vida intelectual (3)? Siempre me pareció que era más fácil hablar de una cosa, de la otra y la otra, por separado; a veces, 1 con 2 + 3, como cosas incompatibles. Pero en el fondo, intuyo (y sin mencionar teorías teo-estéticas) que todo tendrá una respuesta. Pero aquí no hay lugar para largas, sino para cortas, así que sólo dejo las inquietudes y mi nueva definición del síndrome de Audrey Hepburn: aquel que es un poco superficial, y al mismo tiempo, angelical, inteligente y solidario.
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