jueves, 12 de julio de 2007

Plaza de Toros

Ayer estuvimos toda la mañana en la Plaza de Toros. Habíamos reservado entradas para ver la llegada del encierro (todos esos toritos corriendo con los hombres por delante tiene un sentido: ese era el recorrido que hacían los animales desde sus corrales hasta la plaza, para las corridas de la tarde. Con el tiempo, se hizo más famoso el encierro que las corridas).

Fuimos Nacho, Pancho, Agus y yo. Entrar a una Plaza de Toros abarrotada es algo que eriza la piel. Las gradas y tendidos todo en blanco y rojo. La arena parda, las vallas amarillas y rojas y una banda tocando pasosdobles y animando a la gente (la típica música cliché española). Se hacían olas desde las tribunas y de lado a lado se gritaban la famosa canción de los Payasos:"Hola, Don Pepito", "Hola, Don josé".

Todo este mundo tiene unos códigos impresionantes. Cuando el reloj dio las ocho de la mañana, se escucharon dos cohetes que indicaban la salida de los toros desde su corral y al minuto y medio (eso es sólo lo que dura la carrerita) se vio entrar la bandada de hombres por la puerta y los toros atrás. Los animales fueron derecho a meterse en su lugar y en la arena se quedaron los tipos esperando la suelta de vaquillas. Éstas, cachorritas, las largan en la multitud que adelantó la estampida y la diversión es ver cómo los animales, con sus cuernitos no tan chicos, levantan en vilo a los hombres que las azuzan.

Esta parte terminó cerca de las 9 y fuimos a desayunar. A las 11 empezó otro espectáculo que por ser gratuito y para niños no era de un arte notable, pero nos dio una idea mejor de lo que se tratan los deportes taurinos. Hubo corridas: una a caballo y otra de a pie. Recortadores y todo tipo de saltimbanquis (unos hombres que hacen piruetas saltando arriba de los toros) y hasta un espectáculo con moto y toro.

La primera corrida fue tan mediocre, tan dura que no hicimos más que sufrir por el pobre bicho al que intentaban matar pero se resistía. El torero, un horror de tipo. Lo dejó al final medio moribundo sin saber ya qué hacer. La segunda fue muchísimo mejor, con más gracia y estilo. Igual, el toro murió.

Yo que no me considero ni ecologista ni antitaurina me impresionó lo de ayer. Y más aún me llamó la atención lo que aclamaba la gente y los nenes (había de 0 a 12 años) sobre que muera el toro, fuera el torero, y como se divertían viendo si lo mataba con cuántas estacadas o cuántas banderillas le clavaban bien o cuánta sangre salía. Sé que es todo un arte, que hay simbología y lenguaje en cada cosa, pero me faltó algo para disfrutarlo del todo. Lo que si, entendí un poco más al español. Y entendí también la fascinación de Hemingway frente a esto, por que es un espectáculo. Y también supe, que a lo sumo, iría una vez más dentro de dos o tres años.

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