martes, 18 de septiembre de 2007

El día de la colada

Tengo una contractura que me acompaña como una mascota fiel hace cinco días, dispuesta a abandonar mi hombro, al estilo "ave de cetrería", si me dejo de sentar en esta silla. De todas formas, no hay nada como mi escritorio, pero confieso que vivo feliz últimamente sabiendo que dentro de poco voy a tomarme vacaciones de él y de todos estos libros que me miran como bichos inemermes en la claridad fría de mi tubo de luz.

Hoy voy terminado mi capítulo III, ya por fin el último, y creo que voy siendo cada vez más feliz. Compruebo que tenía en mi cabeza más ideas de las que creía y ellas van saliendo, flotando y entrelanzandose de maneras insospechadas. Vualá! C´est una tesis!!

Cuando vuelva a ser quien era, dejará de haber un día de la colada: ese día que nunca existió en mi nueva casa porque Nacho y yo lavamos la ropa cuando el canasto se llena...pero que se volvió en estas semanas una especie de terapia contra el cansancio mental: meter mucha ropa sucia en un gran tambor redondo, poner el polvo, sacar el botón, escuchar correr el agua y sentarse a mirar cómo va dando vueltas la masa colorinche de tejidos... como oír llover o ver una telenovela mexicana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno. Y qué audaz comparación. Lo único que puedo ver en común entre la lluvia y la telenovela mexicana es cuando en estas últimas los actores entran a llorar a moco suelto...

Salutres,

Juani.