miércoles, 21 de noviembre de 2007

“Que para morir joven ya soy viejo”


Tal vez toque, diez años después de habernos jurado amistad por siempre con los compañeros de quinto, un repasón a las luchas y temores de cada uno. La canción de Serrano que empieza en el metro de Callao me hizo pensar en esto. Y lo mismo esa charla tardía con dos españolas el viernes pasado, título en mano, y con con los pensamientos en péndulo: “o me quedo en Pamplona y me pudro, o me escapo para hacer otra cosa, para ser otra”...y aquella voz de quien aún siente que no ha hecho nada supremo, nada verdadero. A veces lo grande comienza ahí, en cosas mínimas, en el dolor y el deseo que tira como un paracaídas hacia las propias decisiones: ¿a qué aventura te lanzaste?¿cuántas cosas inciertas empezaste?¿cuántas charlas desataste sin saber qué iba a pasar?¿cuántos viajes no planeaste para encontrarte con lo imprevisto?
Tengo cerca un puñado de amigos que se animaron a más. Tengo cerca mucha gente que busca, aunque no sepa, que no quiere quedarse estancada, que camina como loco y un poco desespera. Me da ánimo, me hace pensar en cosas posibles y bellas. Me recuerda qué es lo que me une...y después, quien pase cerca, quien sin querer me cuente que está harto de quedarse en vela, vale igual recordarle que para morir joven nunca se es viejo.

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