Como si fuera la expo Universal de 1890 o como un guaraní explicándose a jesuitas, ayer preparé mate para mis 15 compañeros de teatro. Lo hice lentamente y con todos los pasos, en silencio.
Ahora, hazlo como en un programa de concina, me pidió el profesor.
Los miré y comencé de nuevo, hablando de los nombres, cebando despacio.
15 pares de ojos siguiendo cada gesto, contemplando cada gramo de yerba, el polvo que se sopla, la montañita que se deja, el agua que no hierve.
Es mágico, es un ritual, me dijeron.
Un señora, un poco desorientada, exclamó con sorpresa: que pensé que te estabas colocando.
Otros sabían lo que era. Todos lo probaron. Era parte de una actividad sugerida: mostrar un acto cotidiano, habitual, que controlemos con soltura.
Me sentía extraña y a la vez, palpé la riqueza de la diferencia y redescubrí mil símbolos en esta infusión ritual que nos une.
Nosotros, agua caliente en un cacharro, sobrecico de manzanilla y ya, terció la asustada compañera que creyó presenciar una orgía de drogas peligrosas.
*foto de Maribel Balius.
Ahora, hazlo como en un programa de concina, me pidió el profesor.
Los miré y comencé de nuevo, hablando de los nombres, cebando despacio.
15 pares de ojos siguiendo cada gesto, contemplando cada gramo de yerba, el polvo que se sopla, la montañita que se deja, el agua que no hierve.
Es mágico, es un ritual, me dijeron.
Un señora, un poco desorientada, exclamó con sorpresa: que pensé que te estabas colocando.
Otros sabían lo que era. Todos lo probaron. Era parte de una actividad sugerida: mostrar un acto cotidiano, habitual, que controlemos con soltura.
Me sentía extraña y a la vez, palpé la riqueza de la diferencia y redescubrí mil símbolos en esta infusión ritual que nos une.
Nosotros, agua caliente en un cacharro, sobrecico de manzanilla y ya, terció la asustada compañera que creyó presenciar una orgía de drogas peligrosas.
*foto de Maribel Balius.
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