El placer de viajar se disfruta a toda hora, como un caramelo de dulce de leche.
Ayer nos remontamos el oeste de Navarra y paseamos por Tierra Estella y alrededores.
Estella es una ciudad, enclavada en su domingo y todo, entrañable. Eramos cinco, y en medio del paseo, Pecé nos relató la historia de los carlistas y sus luchas por Estella. Sin miedo, seguimos sus calles, nos trepamos y bajamos, dentro: en el silencio de iglesias; fuera, en el empedrado de las callecitas que se caen al río (no a la ría) y en ese puente angular que corta su cielo.
Comimos en un parador, al borde de la ruta, en un sitio ideado, según C., por socialistas (?):
Un gobierno socialista tiene siempre comedores al aire libre bien ubicados, sentenció.
Y le pegó bastante, porque ahí, justo, sopló poco viento. Aunque nos hicimos los resistentes, no nos bajamos del auto más que para devorar trufas y tocino de cielo en el Restarurant Navarra (matándose los dueños por encontrar su nombre) y para rodear, tiritando, el pequeño y magnético monasterio de Eunate.
El zapping contó con las vistas panorámicas del Monasterio de Iranzu y los pueblos de Obanos y Campanas. Lo mejor del día fue descubrir que en el claustro de San Pedro de la Rúa había tumbas enterradas por el tiempo y el frío, y que puede llamarse una vía "Calle la Rúa" sin temor de enrular el rulo.
Continúa la sorpresa sobre los topónimos navarros: chicas y lugares comparten sus nombres y así no faltarán en las clases de Pamplona alguna Eunate, Iranzu, Puy (por la virgen de Estella). Aunque aún no he conocido a ninguna Obanos.
Ayer nos remontamos el oeste de Navarra y paseamos por Tierra Estella y alrededores.
Estella es una ciudad, enclavada en su domingo y todo, entrañable. Eramos cinco, y en medio del paseo, Pecé nos relató la historia de los carlistas y sus luchas por Estella. Sin miedo, seguimos sus calles, nos trepamos y bajamos, dentro: en el silencio de iglesias; fuera, en el empedrado de las callecitas que se caen al río (no a la ría) y en ese puente angular que corta su cielo.
Comimos en un parador, al borde de la ruta, en un sitio ideado, según C., por socialistas (?):
Un gobierno socialista tiene siempre comedores al aire libre bien ubicados, sentenció.
Y le pegó bastante, porque ahí, justo, sopló poco viento. Aunque nos hicimos los resistentes, no nos bajamos del auto más que para devorar trufas y tocino de cielo en el Restarurant Navarra (matándose los dueños por encontrar su nombre) y para rodear, tiritando, el pequeño y magnético monasterio de Eunate.
El zapping contó con las vistas panorámicas del Monasterio de Iranzu y los pueblos de Obanos y Campanas. Lo mejor del día fue descubrir que en el claustro de San Pedro de la Rúa había tumbas enterradas por el tiempo y el frío, y que puede llamarse una vía "Calle la Rúa" sin temor de enrular el rulo.
Continúa la sorpresa sobre los topónimos navarros: chicas y lugares comparten sus nombres y así no faltarán en las clases de Pamplona alguna Eunate, Iranzu, Puy (por la virgen de Estella). Aunque aún no he conocido a ninguna Obanos.
5 comentarios:
Che, no le quites mérito al conductor, que sabía mucho más que yo de la historia carlista de Estella, y lo demostró: ¿o no fue él quien dijo que había sido capital del país por poco tiempo?
Vamo a ver, pero qué es esto: ¿vosotros estuvisteis de viaje con Luisja por allí y yo sin enterrarme? :d
Comentale al Luisjavierchu que nos encantaría hacer otra ruta navarra con guía testificado. Esperamos la propuesta!
Acá está muy lindo hacerse escapadas a pueblos cercanos de Bs. As., Entre Ríos o Santa Fe, pero qué lugares tan grosos (históricamente al menos) que ven allá haciendo pocos kilómetros. Envidia total.
Saludos.
Euge, espero que aprendas bien poruqe cuando vayamos para alla vamos a recorrer las afueras de Pamplona nos tenes que llevar a recorrer.
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