viernes, 4 de abril de 2008

Joé, macho



Además de la mirada del mendigo en la calle, a Pamplona le falta el grito del obrero.

No hablo de la lucha y la revolución, sino del piropeo ufano del albañil sureño que tiene siempre, en la punta del mameluco, una frasesita para engalanarte. No estoy diciendo que lo extraño (entendámonos) sino que me doy cuenta de su ausencia.

¿Por qué existe el deporte nacional, el mirar-obras-en-construcción y, en cambio, no hay piropeo? Dicen que en el resto de España es tan común como en Latinoamérica, pero acá no y una va perdiendo un poco la autoestima urbana con eso de que nadie te largue un mamaza, quisiera ser un..., vení que...y etc.

Con esta intuición, pasé mecánicamente todos los días por la obra en construcción más cerca de casa. De este paso, obligado por otro lado (no hay empirismo en estas acciones), no logré ni un atisbo, ni un hola, ni un gorro revuelto. Mis conclusiones serían todas injustas y precarias. Lo más que puedo decir que así como guarangas, en definitiva, son un resabio de ingenio y que la sangre, el clima y la tranquilidad hacen innecesario el entretenimiento.
O, simplemente, que les tienen miedo a las locales ariscas que, en vez de enrojecer de furia o de vergüenzas, les pueden llegar a contestar:

Macho, joé, a tomar por viento!!

1 comentario:

Andanhos dijo...

Eso pasa en invierno.
Y lo curioso es que, en cuanto sale el sol, empiezan a escucharse los piropos.
Besos.