viernes, 4 de abril de 2008

Hija del aire


Después de haber leído editoriales y notas, sé que la imagen del traje del emperador es la más correcta. El cuento clama por ser una alegoría de nuestro estado y de sus discursos. De nuestra elegida que quiere ser reina.


Lo que, puntualmente, me alucina es su retórica y la dirección de sus palabras. Pelea contra hologramas, se cae en el envión de sus palazos a la nada. Habla de un pasado que se está repitiendo (claro, se define hegeliana) y de un modelo inexistente. Diaboliza, divide y reina. Sabe que esos son los escalones, pero hay una luz de flojera. Todas sus pantomimas (ella nos enseña los pasos de comedia) son esperpentos incontrolados y se deja llevar por una hoguera interna. La está consumiendo, no le sale el papel de esposa de Adán, aunque busque consuelo en su hombro y le tiemble su voz arrabalera.

Habla y no dice. Tiene la cabeza como esas hijas del aire, como esas calderonianas peripuestas: rica en afeites, pobre en ideas, llena de miedo, pendiente del qué-dirán, sagaz en maturrangas.

Desnuda está la reina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eh... se me ocurre que sé de kien hablás...