A usted, señora vecina, que entró el tercer miércoles de julio en la farmacia de Av. Ciudad Real nº2 bajo, con la excusa de comprar una crema para pies, y se puso a hablar con la farmacéutica (lda.), con la cabeza puesta en su hija de quince que le había pedido permiso para irse de vacaciones con el noviecete (él, de dieciocho) y que no pudo con la congoja pero tampoco con el pudor, y empezó con una conversación peregrina e imprecisa:
-... ahora hay más información pero menos conciencia...
- Ya, pero, creo que ahora es mejor, ¿entiendes?, porque cuando yo terminé el instituto, Franco había muerto, y...eso que yo, vamos, mi familia era, ya sabes, ...y...había hablado de todo, pero...
- Bueno, lo mío no fue igual (¿igual a qué?)...nada que ver, en verdad, pero no sé...¿no te parece que ahora...no hay conexión entre lo que piensan y sienten?
- ¿Conexión dices? Qué va, qué va, no creo que no sepan lo que quieren...entre lo que sienten y piensan, pues no sé, chica, es mejor ahora, yo creo que sí hay más conciencia (de nuevo, la conciencia) ya sabes... ellos prueban cosas nuevas, no tienen ataduras...no sé...es así, mejor, pues eso, ¿no crees?
-Ya, pues no sé...
Usted avanzaba y ella retrocedía. Las dos buscaban la experiencia o el pensamiento común, pero no lo encontraban. Cada cual hablaba desde su idea (¿clara?) sobre lo que era mejor en cuanto a educación del adolescente. Pero no se iba usted a enfrentar, no iba a quedar más o menos conservadora que la otra; había que tener la mente abierta, hablar con claridad, arrinconar al tabú ese de nuestra época. Pero ni usted ni la lda. se jugaba por lo que realmente pensaba ni hablaban de sus temores acechantes.
Y después supe que eran amigas, por supuesto, de las del cafecito en la terraza, la piscina los fines de semana y las caminatas en joggineta, cada jueves, por el parque. Pero usted, querida vecina, siguió con su cara de espanto y con su nube en la cabeza y por eso le digo: vuelva este miércoles a la farmacia de la lda. amiga y, con la arruga en la frente o sin ella, dígale que no sé qué hacer con mi chica de 15...yo me muero si se va...
-... ahora hay más información pero menos conciencia...
- Ya, pero, creo que ahora es mejor, ¿entiendes?, porque cuando yo terminé el instituto, Franco había muerto, y...eso que yo, vamos, mi familia era, ya sabes, ...y...había hablado de todo, pero...
- Bueno, lo mío no fue igual (¿igual a qué?)...nada que ver, en verdad, pero no sé...¿no te parece que ahora...no hay conexión entre lo que piensan y sienten?
- ¿Conexión dices? Qué va, qué va, no creo que no sepan lo que quieren...entre lo que sienten y piensan, pues no sé, chica, es mejor ahora, yo creo que sí hay más conciencia (de nuevo, la conciencia) ya sabes... ellos prueban cosas nuevas, no tienen ataduras...no sé...es así, mejor, pues eso, ¿no crees?
-Ya, pues no sé...
Usted avanzaba y ella retrocedía. Las dos buscaban la experiencia o el pensamiento común, pero no lo encontraban. Cada cual hablaba desde su idea (¿clara?) sobre lo que era mejor en cuanto a educación del adolescente. Pero no se iba usted a enfrentar, no iba a quedar más o menos conservadora que la otra; había que tener la mente abierta, hablar con claridad, arrinconar al tabú ese de nuestra época. Pero ni usted ni la lda. se jugaba por lo que realmente pensaba ni hablaban de sus temores acechantes.
Y después supe que eran amigas, por supuesto, de las del cafecito en la terraza, la piscina los fines de semana y las caminatas en joggineta, cada jueves, por el parque. Pero usted, querida vecina, siguió con su cara de espanto y con su nube en la cabeza y por eso le digo: vuelva este miércoles a la farmacia de la lda. amiga y, con la arruga en la frente o sin ella, dígale que no sé qué hacer con mi chica de 15...yo me muero si se va...
1 comentario:
Todo un diagnóstico de la España actual
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