Hoy, después de una charla sobre blogs, pensé que este blog no tiene pretensiones literarias, aunque a veces me pongo a contar cosas y me salen como cuentos. Y de pronto me di cuenta que me aburren un poco las entradas ajenas de reseñas de libros, y yo también las hago. Y que soy super exigente con lo que otros escriben, pero tampoco soy fantástica escribiendo porque, a veces, no le pongo mucha atención. Así comprendí que también escribo para no sufrir tanto los percances cotidianos, para redimensionar lo que me pasa, para decir lo que no me sale de otro modo. Lo mío no es timidez sino orgullo, y acá va un ejemplo:
El sábado por la mañana le puse, sin querer, edulcorante en polvo a un huevo estrellado sobre una tostada. Lo empecé a comer, mientras pensaba "qué dulce este huevo, ¿por qué sabrá así?". Y ahí me di cuenta de lo que había hecho y, como me faltaba endulzar el café, fui a buscar otro sobre de sacarina y, después de abrirlo, lo volví a volcar sobre el huevo. Me lo comí, de cabezadura, resignada y bastante enojada conmigo misma.
Algunas horas después, fui a comprar pan para un asado. "Traé dos barras", me dijeron. Fui, las compré y emprendí la marcha hacia el encuentro. A mitad de camino, a una de las dos barras le faltaba un pedazo. Se había caído por ahí, misteriosamente, había rodado por una cuesta. Nadie me creyó. Quedé como una Pochita Morfoni inconfesable. Nadie supo lo que me había pasado por la mañana con el huevo y la sacarina, ni lo que me costaba verme a mí misma, frente a todos, como la angurrienta que no supo esperar la comida. Entonces conté la anécdota del desayuno, con arte y artificio, exagerándolo todo. El rosario de risas doró mi maltrecho ego; la fama duró dos segundos.
Esa escena zonza me hizo comprender que este blog se nuestre, específicamente, de una pequeña mitología privada que cuestiono o de la que trato de reírme. En cada entrada voy dejando rastro de lo que en algún momento fue tormento, inquietud o anhelo. Y otro tanto de lo que, aún hoy, lo es.
PD: En la imagen, por supuesto, la Pochita Morfoni de Divito.
5 comentarios:
Euge
De tu blog, hay dos cosas que mas me gustan..
La manera "novelesca" de algunos post y me gustan los post en los cuales contas cosas de la infancia ya que hay muchas cosas que no recuerdo, pero cuando las nombras aparecen y me hacen tan bien.
A veces, cuando escribis "novelescamente" se te hace dificil seguirte, pero creo que ahi viene el porque me gusta tanto. Tengo que volver a leer y releer, cosa que se ha dejado de hacer en la vida cotidiana debido a la velocidad de que las cosas pasan y "deberian" pasar.
Segui escribiendo asi Guge...a mi me encanta...
A mí también! Y yo te creo lo del pan, especialmente porque me pasó lo mismo cuando festejé mi cumple... y tampoco nadie me creyó... Besos
Yo no soy crítica literaria... pero me encantan las entradas como estas, en las que te "reconozco" y te sigo. Hay otras a las que no les llego ni queriéndolo... no sé de qué van. ¿será que me hace falta el diccionario aquel de argentinismos que tanto odio? jajajaja.
Yo he dejado mi blog. ¡Ante tanta "crítica"! jajaja.
besos
Juli, gracias. Para esto existen los hermanos.
Flora: idem, los amigos!
Chama: Te voy a regalar el diccionario de argentinismos para que comprendas, ja!! ¿Viste que para algo sirve? Encontré otro de venezolanismos...ya verás qué útil.
Me encanta que sean sinceros con que a veces no me entienden. Mejor. Yo tampoco me entiendo siempre.
No se aflija, seguro que en Bélgica es una exquicitez.
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