martes, 10 de noviembre de 2009

Bronceado de Aconquija


Ahora que es formal, pasó los treinta y va de ejecutiva, nadie le creería que estuvo recolectando dichos en Aconquija ni reparando agujeros en las paredes de adobe. Tampoco sería verosímil lo de su viaje a la Isla, adonde fue a buscar la realidad de sus anhelos, donde entrevistó al trovador. Volvió del viaje y terminó contándoselo sólo a la peluquera: la utopía resultó ser pobreza y desesperación, y el trovador tomaba psicofármacos y vivía en Miami. Todo aquello, la vergüenza.

Desde entonces, cree que su pasado no es digno de ser conocido; por eso lo deja para alusiones pasajeras en reuniones tumultuosas, en las que el alcohol y las sustancias disimulan todo, y donde sus acotaciones son tapadas por el parloteo de los nuevos compañeros, yuppies y decadentes.

Hace poco, en alguno de esos after-offices, estuvo a punto de contar sus pasiones antropológicas, pero ahí nadie escucha a nadie ni mira a los ojos. Incluso ella duda de que sepan hablar bien. Apenas Marco lee un poco, y siempre sospechosos híbridos entre psicología y cuento oriental, una mezcla parecida a un tumor inextirpable. Pero es cierto, sólo él la escucha, y aunque siempre relacione lo que le cuenta con la mitología hindú, es lo más parecido a sus antiguos compañeros de ruta: esos locos rasposos y mugrientones que seguro ahora estarán llenándose las manos de tierra en alguna cueva patagónica, comiendo polenta a diario y repartiéndose en mil changas. Pero ella no, porque supo elegir. Se salvó de cirujear por ahí, se salvó del anonimato.

Todas las compañeras se operaron el busto este verano; ella hará lo mismo. Por suerte ahora es super normal, todo el mundo lo hace, la obra social lo cubre, no hay nada que temer... (Todas tendremos el mismo bra, la misma delantera y exacta indisposición de una semana en cama, deprimidas, porque duele y molesta, y porque todo el mundo se enterará de que no somos naturales).

El sueño dio un vuelco y ahora sí que es real: ser notaria en BCF, hacer de esos afters la vida social más intensa y de remate, viajar de nuevo a la Isla, pero esta vez en plan relax. Así se lo propuso al grupo, y salieron a festejar para planificarlo. Un viernes, después del workshop, se irán con sus valijitas traqueteantes, el pasaporte y los dolcegabbana haciendo juego con el tanned caribeño adquirido en la cama solar. No pasarán por esas partes de La Habana que irritan; irán directo a Cayo Largo o a Guardalavaca, sortearán la pobreza, tomaran mojitos para recordar. Y a ella le asaltará la desazón justo ahí, cuando entre reposera y reposera le pregunte a Marco qué está leyendo y él le diga: Sé tú mismo, sé feliz.

2 comentarios:

Primo Juan-I dijo...

Buena historia.

Saludos a Felix León en el día de su onomástico segundo, san León I Magno.

Mae Ortiz dijo...

Ha sido celebrado. Le mando tus saludos, J-I.