La mañana arranca demasiado temprano: el ruido va en aumento. Un berridito, un mamaaaaa, los pasos secos en la madera, los monologos del bebé, la charla diaria en la cama grande que incluyen susurros y un constante: quiero pan-quieropan-quieropan-nesquick, pan-wi, pan-wi. Hasta que lo logra, me levanto. La radio se enciende a las 7.30: mataron a K(g)adafi, Eta... (bu, ya lo escuchamos), Uruguay tiene una taza de natalidad negativa: "tienen que venir los pobres de América a poblar" (¿Y este tipo qué chupó?).
La radio es mala, las voces se acomplan, la cafetera empieza su borboteo, el micro calienta la leche, el enchufe de la tostadora hace un ruidito de cortocircuito sin corto, la canilla se abre y se cierra, el juguete que cuelga de la silita (¿quién inventó la música de los juguetes infantiles?). Suenan las voces, el mayor canta, el menor chasquea la lengua, guturulea. El padre no habla por la mañana. Muchas preguntas de rigor, mirando el reloj, llegamos tarde, tarde, salir, salir, salir. Están por salir y "hice caca". Venga, caca, sacar, limpiar, cambiar. Adios, adiós -ya son las 9..ya...- Bebé: llanto profundo, desconsolado, sueño, sueño, no logro dormir...
Silencio. Ya son las 9 y media.
Silencio.
Me hago mate. Me pongo a Georgina Hassan, que es casi el silencio. Escucho "Doña Pasión".
Pasa media hora, escribo esto, y S. se despierta a llorar.
1 comentario:
Se agita uno leyendo. Hasta el descanso final.
La caca en el momento clave, un clásico.
Por ahí un "venga", recuerdos de España.
A ver la música...
Publicar un comentario