Ahora llegan el calor, y el fin de año, y la negación de la hipoteca. Un puñado de alumnos que no captan las ironías de Coetzee ni la transgresión de Lange, que no entieden el sentido contrario, que no despegan la nariz del papel, que no han crecido. Educas lectores que estudian de apuntes de apuntes, que leen los argumentos y van así a los exámenes (cuántas veces lo hiciste, te preguntás, y recordás todas esas lecciones sin suerte) y que plagian a wikipedia, y que lo hacen "sin intención". Y la aerobic girl que, entre chumba-chumba, te grita el último asalto del día, el complot que tiene la policía de la ciudad con los chorros, mientras que el gimnasio tiene la puerta de entrada abierta, de par en par, sin seguridad ni timbre y los dueños toman mate en la vereda (si supieran...).
Ves terminar el año del sacudón mundial, de la belleza de ojos azules de tu casa, de los desafíos íntegros a los que te dispones a diario, de lo importante de ser honestamente político.
Y llega el verano de a poco, con los tambores de fondo, como siempre, con unas visitas increíbles, con malas noticas en la calle, con excelentes dentro de casa: el jueves, el día de la Virgen, no es feriado religioso, pero tu hijo saldrá con su disfraz de indiecito sioux a cantar a una calle cortada para la fiesta, cruzada por banderines, y esa será la representación de la gloria, aunque nadie lo sepa. Y llegará la Navidad del sur, la auténtica, con sandalias y palmeras y vestidos de breteles y fuegos artificiales. Verás el cuadro de la huida a Egipto y pensarás -como cada vez que lo ves- que esa es nuestra vida, la de toda la humanidad, a la huella a la huella, como en el villancico criollo.
Todo podría resumirse en esto o en otras tantas cosas: por ejemplo, que una alumna de Estella se te haya acercado para decirte que se amigó con los clásicos gracias a tus clases, que han sido unas clases estupendas... y pensarás que su examen oral fue mejor que cualquiera de tus magistrales, y aprenderás de la mejor lección.
Porque se siembra en lo imprevisto, cuando se transmite la pasión por la tierra prometida. Has llegado a la costa del Lacio, o a la de Ítaca,-para el caso, una isla o la playa- derrumbado y envejecido, cuando todavía faltan más pruebas (Turno, los pretendientes), y así y todo, nada te detiene: bien se sabe que los augurios están de tu lado.
1 comentario:
que lindo volver a leerte..que placer ..pasate por mi blog que hay una sorpresa
besotes
rochi
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