miércoles, 7 de marzo de 2012

Clasificados II

Lo de la Colo era original. Sabía, cuando eligió la carrera, que ese era el lugar donde pescaría marido. Periodismo: una carrera bohemia pero no al nivel de Humanidades; como para ser casi pobre,  pero no del todo, y aun mejor, en una universidad privada porque, por más diletante que fuera su candidato, siempre detrás habría una familia azul brindando el apoyo y un puesto clave en alguna empresa del abuelo fundador.
Ella no iba con vueltas: hacía la carrera para conseguir marido, para quemar en tareas útiles y provechosas esos años grises entre la secundaria y el hogar. Y eso, en los inicios del siglo XXI, era casi un curiosidad o mejor, era para elegidas. La Colo era una de ellas.
Por eso, cuando terminó periodismo y no hubo ni uno que se le declarase, no dudó en aceptar aquel puesto en el diario local y todas las comodidades de entrar a las 8, salir a las 14, y después hacer....cosas. Pilates, respiración oriental, eneagrama y cursos por el estilo atrincheraban sus tardes (el tiempo en que su abuela hubiera hecho calceta y jugado al bridge), mientras sus compañeras de colegio se atrasaban con sus estudios, hacían viajes de voluntariado a Cuba, probaban infelices convivencias, y se hacían a dedo la ruta hasta Macchu Picchu. De todos modos, ella ganaba tiempo:  buscaba la casa de sus sueños. Por que era eso lo que terminó motivando sus informes inmobiliarios. Y una tía lejana murió y le dejó unos dólares y se le metió en la cabeza una inversión para el futuro: su jaula de oro, al gusto de los años 50, con cosas modernas como hornos inteligentes, pero con la vajilla de diario durex y la loza de los días en los que se invita al jefe del marido a cenar. Algo que, por otro lado, no se hace décadas, costumbre desacostumbrada que no modificó igual las listas de casamiento actuales, donde no faltan el levantacanelones y el despabilador de velas.
Con el dinero en el banco, se puso a hacer la búsqueda de verdad y descubrió que le gente vive en condiciones deplorables, y que por lo general es sucia y hasta maloliente. Que los parrilleros pueden ubicarse  en el fondo de los lavaderos, y que un nido de palomas callejeras pueden usar de water una ventana interna. 

La gente es sucia, solía pensar con una nariz arrugada, pero pensar en eso y decirlo en voz alta eran dos acciones que estaban a kilómetros de distancia. Lo ideal era mantener una relaciones estupendas con los agentes que les mostraban las pocilgas, pero había algunos que no toleraba, sobre todo a aquellos tan roñosos que decían, frente a una cocina en ruinas y y una pared a punto de salir corriendo por la humedad: "Bueno, hay que ponerle un poquito de imaginación...fijáte: le ponés una enredadera, un biombo, una cortina". En esos casos, bloqueaba a la persona, su mundo vital y sus coordenabas, y la tachaba con rojo furioso de la lista. 
A pesar de estos reveses estéticos, la Colo sabía cuál era el punto: ella no encontraría la casa; la casa la encontraría a ella...

3 comentarios:

mòmo dijo...

No está terminado. El inicio me parece espectacular.

Juan Ignacio dijo...

genial lo de los levantacanelones

y todo, todo

¿y al final el dorima nunca llegó?
(ya se, no se pregunta, la historia es la que está allí y el resto es imaginación)

Mae Ortiz dijo...

No lo puse, continuará....Mó....jej Qué dura mi crítica.