He decidido que las mujeres también tenemos que escribir entradas de humor. Que todas las curvas del Río de la Plata no pueden seguir enfundadas en esas calzas, que lo del leopardo con borceguíes de cuero no estiliza a nadie, que las garrafas y puertas de ascensores de rejas están prohibidas de un lado de la costa y no del otro. He decidido que lo importante no es contar las arrugas de la cara de la prima, o copiar el desodorante de ambientes o escuchar el bostezo salvaje y con ruido que hace un alumno en medio de la clase (cómo te hubiera gustado devolverle con estupor ese bostezo). Que esa gente que no entiende las ironías y se siente agredida -por las dudas, se ofenden, porque no quieren quedar como tontos- son terribles porque una - pucha- es lúcida. La claridad mental es lo que va fatal con las calzas de leopardo, con las botas de monte color caramelo. Las tengo, por supuesto, y he decidido, finalmente, camuflarme.
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