domingo, 24 de junio de 2007

Vino, quesos y libros: fin de semana en Aquitania

El fin de semana pasado nos dimos una vuelta por el suroeste de Francia.
La propuesta la lanzó Miguel y a ella nos sumamos Nacho, Santiago y yo.

Salimos por la carretera de Guipúzcoa en dirección al norte y una vez en Francia, agarramos la ruta recta y rodeada de pinos redondos que plantó Napoleón en las tierras medanosas de las Landas. Después de tres horas de camino, nos apeamos en Arcachon, la playa de ostras más conocida de la costa atlántica. Ahí almorzamos – bocatas, no ostras– y dimos un paseo de jubilados por la rambla.

Seguimos camino hacia la capital mundial del vino y llegamos en media hora. Bordeaux –o Burdeos, al decir español– nos recibió elegante y muy bien conservada con un sol de mediterráneo y les petit enfants jugando en su famosa plaza de agua. Los objetivos de esos dos días se resumían en: Vino, Quesos y Libros y los fuimos cumpliendo poco a poco.


Después de recorrer el centro y consultar el punto de información, reservamos una habitación en el Auberge de Jeunesse, y nos empezamos a patear la ciudad. Recorrimos desde el barrio de la estación – si, nuevamente se cumple mi teoría que no hay ciudad del mundo que no tenga su Liniers– pasando por la iglesia de la St. Croix y St. Michele. Llegamos a la catedral y luego seguimos camino hasta la Place Gambetta. En honor a este político italiano de acción francesa, muchísimas plazas y calles del sur de Francia llevan su apellido y el mío. En recuerdo de nuestros antepasados ficcionales, no paré de sacarle fotos a estos carteles. Emocionante.
La verdad es que hace bien respirar aire no-pamplónico de vez en cuando: la gente, las caras, el idioma, todo era tan francés que vino bien como cuota.

Después de conseguir algunos quesos exóticos-para nosotros, claro- en el Auchan nos enteramos de la feliz coincidencia de que ese finde era la Expo-vin de la región!!! Si bien era una fête sólo para profesionales, logramos nuestro primer objetivo con creces, como ya verán.

La etapa “libros” la cumplimos en la Librería Mollat….un palacio!! Creo que nunca había visto una librería tan enorme y completa. Claro que había una tendencia evidentemente francesa en las publicaciones, pero por ejemplo, estaban todas los ejemplares de Seuil de teoría literaria! Miguel y Nacho compraron varios y el cierre del negocio les impidió más. Después de esa fiesta báquica de libros, fuimos a tomar algo con una amiga de Miguel de Bilbao y otras dos españolas más que hacían erasmus en esa ciudad. Tomamos unas cañas en frente a una plaza, en la “terraza” de un bar…que había sido una iglesia (¡!) (estas cosas aún nos chocan bastante…para las anfitrionas, era lo más top de la cité!!) Seguimos caminando las calles antiguas y elegantes, traspasando las puertas centenarias de la ciudad, y terminamos cenando kebab frente al río Garonne…
El domingo amaneció lluvioso y feo y decidimos buscar un rumbo alternativo. Las amigas de Miguel nos habían hablado de un pueblo a las afueras de Bordeaux rodeado de chateaux y donde cada fin de semana hay cata de vinos. Ahí nos largamos, recorriendo una ruta provincial divina, rodeada de viñedos y de estas típicas casas de campo francesas. El primero de nuestros objetivos vio su culminación celestial en una aldea preciosísima, muy pintoresca, antigua, de calles pedregosas, tejados rojos y lomas verdes. Saint-Emilion fue la sorpresa del domingo: una feria de vino regional se celebraba justo ese día. Cada chateaux de la zona tenía un puestito en una feria de estilo medieval. Se compraba una copa en la entrada y uno tenía derecho a probar cuantos vinos quisiera. Mis conocimientos vitivinícolas empezaron ahí y en un francés avanzado Nacho y Miguel nos iban introduciendo en las bondades de cada uva y tipo, traduciendo a sus dueños-expositores. Fue tan divertido y etílico… Por supuesto que yo no pude seguir el ritmo de mis compañeros- ni hablar- pero valió mucho la pena esa excursión, sobre todo por el ambiente distendido y por las abuelas galas en disfraces de doncellas medievales.

El pueblo tenía rincones exquisitos–la iglesia, un mirador de piedra, las callejitas subiendo y bajando, el paredón de una iglesia gótica derruida–y la cata duró hasta la tarde. Emprendimos la marcha aún con mucho sol. Después de perdernos un poco por la campiña francesa, rumbeamos buscando la playa que no habíamos podido disfrutar. Saint-Jean de Luz, en el país vasco francés, nos esperaba con mucho sol y calor. Desde ahí volvimos a Pamplona, por el euskal camino de montaña, siempre verde y frondoso, escuchando cómo el Real Madrid ganaba la Liga y el Barça perdía, llorando a mares.


Para ver más fotos, hagan click aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muy bueno! ¡Envidiable!

(Ahí se observa a los paysans de la garonne bien alegres de su entrada en copas).

Saludos.

Juani.

Anónimo dijo...

Voy a hacer pública mi ofuscación: la próxima ¡pasen por la Madeleine! aaah, además sigan la ruta del Lot-et-Garonne... pasen por el castillo de Trenquelleon... y lleguen a Agen... ¡alli les servirán un buen pato a la naranja unas ancianas religiosas!
Lourdes