domingo, 15 de junio de 2008

La lección del kiosquero


El del puesto era boliviano. Le compré una revista superflua a las tres de la tarde y nos quedamos charlando veinte minutos. Me hablaba de la juventud, inmersa en la cumbia, de los gendarmes que habían pasado por la avenida, de lo que pasaba en Entre Ríos y en todo el país. De que qué futuro para la juventud. De que hay que estudiar, de que esto hay que pararlo de alguna manera. Hasta habló del tsunami, un signo de los tiempos. Yo lo fichaba con mi mirada asmática: un hombre con primaria solamente pero un gran lector. Me señaló el Le Monde Diplomatique, versión castellana, que pendía del techo verde del kiosco. Me hizo leer la portada “USA espiando las costas sudamericanas”. Mi revista pastel temblaba por el viento arriba de otra pila de diarios. Me daba vergüenza su portada inverosímil de “Invierno romántico”. El buen hombre me hablaba de su vida, sus hijas, y su conclusión de que la cumbia había traído la droga y el alcohol. Y yo trataba de salir de su apocalíptico discurso de candente voz andina.

Lo despedí con una promesa de esperanza. Crucé la otra avenida para comprar un par de hebillas de pelo y la jovencísima empleada de Onda Shop me largó otro “¿viste lo que pasó?”. Otra vez mi cara de recién caída del catre, recién despierta de la siesta. Me habló unos cinco minutos, contándome cosas personales mezcladas con piquetes, cortes de ruta y apresamiento de los buenos. Y yo sentía que había perdido la memoria y que era una amiga de la facultad curiosamente olvidada. Pero no. Era mucho menor. Era una porteña como yo, preocupada como yo. Salí de ahí con la promesa de que prendería la radio para enterarme de qué pasaba. Me puse a editar los textos que fotografié ayer mientras que Radio Rivadavia me hablaba de las pobladas, de las huelgas, de la convocatoria al diálogo. La revista pastel, arrumbada en un rincón.

2 comentarios:

Raymunde dijo...

Entonces, ¿es verdad que los argentinos y los habitantes de Argentina os implicáis de arriba abajo, desde la mañana a la noche, en todo lo que os rodea? ¿De dónde os viene esa superconciencia de la realidad?

Miss u, Mafaldita.

Mae Ortiz dijo...

La realidad te apremia. Si ves, es porque sos un necio.