Para escribir un "bloc" -como diría mi tíabuela- hay que inventar un cachito, transgredir el dato empírico, recauchutar. La literatura es mentira, dijo el viernes un catedrático y, frente a esta verdad me quedé frita. Al principio, Pecé juzgaba con lupa la referencialidad de mis entradas (salidas, más que "posts") hasta que un día lo miré seriamente y le dije, con la parsimonia de mis supuestos conocimientos de teoría literaria: "esto es parte del pacto ficcional, darling". A esta altura no tengo tapujos y coso las partes de mi vida como en un tapiz. Quien quiera que vea la urdimbre.
En 2002, en plena crisis y aguijoneadas por la ignorancia de los veinte años, mis amigas y yo nos lanzamos al primero de muchos eneros que iban a dejar huella. En esa expedición inaugural, yo era la colada, la amiga-de-la-amiga sospechosa de ser un fiasco, un garrón. Pero resultó que me hice tan del grupo que sólo faltó agregar mi nombre a la remera de egresadas de su colegio, promoción 98. Carne y uña, culo y calzón.
Como si fuera un plan perfecto, desde ese enero, en masa o en grupos chiquitos, completamos palmo a palmo la virgen América, desde Bariloche hasta el istmo de Tehuantepec. Este año les tocó a unas pocas. Llegaron hasta Cuba, pasearon por Centroamérica, y mandaron un mail emocionado, con olor a selva y café, desde las afueras de Quito. El día en que nació mi gurí, salieron en nombre de todas las que nos quedamos o, bien leído, las que nos metimos hasta las verijas en otras aventuras.
Hoy palmeteo sobre mi hombro a un niño inconsolable, lleno de aires y de dolores infantiles, mientras ellas van marcando la cintura de América. Atrapan sueños sinuosos y gratificantes, improvisados como siestas de bebé.
En 2002, en plena crisis y aguijoneadas por la ignorancia de los veinte años, mis amigas y yo nos lanzamos al primero de muchos eneros que iban a dejar huella. En esa expedición inaugural, yo era la colada, la amiga-de-la-amiga sospechosa de ser un fiasco, un garrón. Pero resultó que me hice tan del grupo que sólo faltó agregar mi nombre a la remera de egresadas de su colegio, promoción 98. Carne y uña, culo y calzón.
Como si fuera un plan perfecto, desde ese enero, en masa o en grupos chiquitos, completamos palmo a palmo la virgen América, desde Bariloche hasta el istmo de Tehuantepec. Este año les tocó a unas pocas. Llegaron hasta Cuba, pasearon por Centroamérica, y mandaron un mail emocionado, con olor a selva y café, desde las afueras de Quito. El día en que nació mi gurí, salieron en nombre de todas las que nos quedamos o, bien leído, las que nos metimos hasta las verijas en otras aventuras.
Hoy palmeteo sobre mi hombro a un niño inconsolable, lleno de aires y de dolores infantiles, mientras ellas van marcando la cintura de América. Atrapan sueños sinuosos y gratificantes, improvisados como siestas de bebé.
4 comentarios:
Pacto ficcional te voy a dar yo. ¿Y qué si yo dijera que lo nuestro es sólo la ficción de un pacto? A que no te gusta nada.
q linda!!!!
gracias por poner en palabras las sensaciones de varias, euge...
además, me encantó el paralelo con tu sueño y el de pc ( q valga la redundancia, me dijo laus q "sueño" es lo q menos tienen...jajja)
Compartir sueños y aventuras es parte de la amistad también, no?
Bsotes a los tres
Ojo. Bajo "pacto ficcional" puede perfectamente leerse entre líneas: "No me creáis, todo esto es mentira". Cuidado, lectores.
Qué bonito, Euge! Los sueños, con o sin pacto ficcional, van cambiando. Lo importante es mantener la ilusión por ellos.
Os quiero mucho
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