Resulta que impusimos en Pamplona y comarca la moda de las fiestas infantiles de piñata y juego del paquete. Pero más que este último, la primera es la auténtica tendencia. Aquel globo-balón que colgamos del balcón de la parroquia de Zizur y que reventó sobre la algarabía infantil con indios, vaqueros y caramelos dentro, ha sido un recurso repetido en los cumpleaños de otros chicos que asistieron al de Joana. La sudamericanada dio un resultado genial, aunque la piñata era de globo (como la tradición rioplatense lo indica) y no de papel. Después de ese verdadero furor, me traje de Bs. As. tres globotes de verdad para repartir y me reservé uno para la fiesta del gurí, aunque no sé si lo vamos a usar.
A pesar de este verdadero éxito, y después de hablar largo y tendido con varios amigos latinoamericanos, hemos descubierto una experiencia en común: a ninguno de nosotros nos gustaban realmente las piñatas. Todos sentíamos lo mismo: estridencia auditiva al romperse, conmoción en el centro, codazos, patadas, y un resultado pobre porque, después de tan ingente batalla, las manitos húmedas se quedaban llenas de papel picado y, con suerte, un cacho de caramelo aplastado.
Ahora bien, si 9 de cada 10 latins entrevistados asegura que ninguno agarraba nada y que la pasaba un poco mal durante la hora de la piñata ¿adónde quedaron todas esas golosinas y juguetitos?, ¿quiénes realmente las ganaron?, ¿por qué se repetía esa conmoción en cada fiestita infantil, como si fuera el verdadero clímax de la tarde?
La respuesta está al comienzo de esta entrada. Quienes se la pasan realmente bomba con lo de las piñatas somos (en fin...) nosotros, los mismos que en nuestro pasado eran los otros: padre, madre, tutor o encargado.
A pesar de este verdadero éxito, y después de hablar largo y tendido con varios amigos latinoamericanos, hemos descubierto una experiencia en común: a ninguno de nosotros nos gustaban realmente las piñatas. Todos sentíamos lo mismo: estridencia auditiva al romperse, conmoción en el centro, codazos, patadas, y un resultado pobre porque, después de tan ingente batalla, las manitos húmedas se quedaban llenas de papel picado y, con suerte, un cacho de caramelo aplastado.
Ahora bien, si 9 de cada 10 latins entrevistados asegura que ninguno agarraba nada y que la pasaba un poco mal durante la hora de la piñata ¿adónde quedaron todas esas golosinas y juguetitos?, ¿quiénes realmente las ganaron?, ¿por qué se repetía esa conmoción en cada fiestita infantil, como si fuera el verdadero clímax de la tarde?
La respuesta está al comienzo de esta entrada. Quienes se la pasan realmente bomba con lo de las piñatas somos (en fin...) nosotros, los mismos que en nuestro pasado eran los otros: padre, madre, tutor o encargado.
la foto, de aquí.
6 comentarios:
Tengo otra teoría: en los cumpleaños siempre hay algún hermano mayor, propio o ajeno, que abusa de su poder y agarra todo lo que puede y más. Estoy convencida de que nadie disfrutó tanto de la piñata de Joana como Asier, que se llevó el lejano oeste a Sanse, y Claudia, el terror de los caramelos.
Sí, sabia verdad. (No sabía que agarrabas, mò).
juaaaaaaaaaa buenisimo el post!!! siii.los grandes siempre nos aprovechamos de nuestro poder!!
besos
¿Nuestros viejos se quedaban con los caramelos?
Can't believe it! Los interrogaré.
Nunca entendiste nada... lo divertido era entrar a los codazos en la marasma insondable. No pienso hacerme cargo del comentario de mómo, pero no creo que esté tan errada
Yo una vez sólo conseguí agarrar un pedazo de parquet.
En el próximo cumpleaños de mi hija ¡voy por la revancha! yavanabé...
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