lunes, 7 de diciembre de 2009

Navarrería


Nos empecinamos en encontrar señales de cierre, algo simbólico que ponga moño a esta etapa: volver a perderse en los mapas, tomar cervezas en los mismos antros (esos a los que no entrábamos en nuestra ciudad pero que, fuera de ella, siempre), encontrarle sentido a todo aquello que no lo tuvo al principio. Pero las cosas no funcionan así. Las etapas cierran con final abierto; no viene a acabarse todo con cortina de colores, música y créditos terminales.

En su lugar, por ejemplo, la normalidad más pasmosa, y el mismo trayecto Pamplona-Donosti: un camino que viene a ser una promesa más que una conclusión. Otra vez volverás -como esos alemanes increíbles que subieron a nuestro ritmo el Tronador con dos o tres párvulos a cuestas-, con las chingus, con él.

Las puntas de los hilos llegan a unirse sin defecto, después de unas vueltas y unos enredos míticos. La vascongadés, por ejemplo, salió de Bilbao (las fundaciones y las lápidas), nos viene persiguiendo desde la fábrica de leche de la ruta 5, y los 19 de enero en Necochea. La navarrería es igual: ha entrado en la sangre del linaje, ya para siempre.

Arriba: una de hilos, de José Marchi.

1 comentario:

Julian dijo...

Estoy tratando de imaginarme volver a tener que mudar todo de un lado a otro (en mi caso, volviendo del norte al sur) y realmente no se si lo podria describir tan bien como vos lo hiciste.

Lo bueno es que ustedes si estaban mentalizados volver entonces creo que ayuda mucho mas en los cierres de etapas. Por es lo que es, una etapa, con final abierto.

El comienzo de la vuelta, algo que no se si personalmente me lo puse a pensar