El sábado estuvimos en casa de una pareja de argentinos. Nos los presentaron virtualmente, así, como debe ser una presentación actual, y como están en una situación parecida a la nuestra, armamos algo para vernos. Salieron a recibirnos al jardín de su casa (ese gesto siempre es una buena bienvenida), en uno de los barrios más lindos y menos montevideanos de Montevideo. Hubo asado, hogar a leña, chiquitos durmiendo siestas y despertándose a destiempo y casi trescientos juguetes desparramados. Ventanas blancas y muebles nuevos.
Todo transcurrió con mucha familiaridad, hasta que les pedí un lugar para cambiar a F.
-Ah, cambiálo ahí, en el cuarto del fondo, donde durmió Cortázar.
Levanté la mirada, y toda esa mirada fue una pregunta. Ella me explicó la historia,deshilvanando, de cómo el escritor había cruzado el mismo jardín, y había pasado varios días en esa casa. El dueño era su amigo, etc, etc, lo más normal, ¿no?
Cosas que pasan a diario, como la vida misma.
8 comentarios:
Me ha encantado saber de vuestra experiencia cortazariana, aunque el poema no haya sido de los más ilustres. Pero es un buen cuento.
Un beso.
Qué lindo está el blog!!
Hola, muy buen diseño.
Qué loca anécdota, significativa para alguien que está en la literatura, como vos.
Se lee por allí (no recuerod ahora) que Cortazar estuvo en Chivilcoy también.
A Joana le pasó lo mismo en el mar de Galilea, donde... ¿qué te voy a contar?
¿Tendrá eso algo que ver con su reciente misticismo?
Mò: Es verdad, me habías contado lo de Galilea! ¿ves? Los une más que un DNI consecutivo.
Juan: Sí, de hecho vivió en Chivilcoy. Papá siempre cuenta a anécdota de lo que pensaba la gente de él, el barburo raro.
No la conocía esa anécdota, qué bueno.
guauuuuuuu que gloria!!! que historia..
Qué fuerte Mae, increíble. Lo mágico de las letras es que todos podemos tener a Cortázar en el cuarto de invitados, en su Octaedro edición de bolsillo mezclado entre los animales del bestiario casero. Besos!
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