Durante la carrera, gasté más en salidas y en viajes que en libros, pero al contrario de lo que pudiera parecer, leí mucho. La fuente de las lecturas obligatorias y las de placer era la biblioteca de letras -que aún se manejaba con fichitas amarillas- pero sobre todo una alumna adelantada en la carrera que me prestó todo: mi hermana Esther.
El otro día estuve en su casa y por lo tanto, en su biblioteca. Me encanta ponerme a mirar, recorrer y reconocer los viejos volúmenes de las ediciones anotadas en clase por las dos (esas anotaciones pedantes y obsoloteas que uno copiaba mecánicamente: Werther es un ser incomprendido, odio a las reglas, sturm und drang, etc). Entre los ejemplares encontré esa novela difícil de conseguir en español que es Billar a las nueve y media, de H. Böll (uno de mis libros favoritos), ese ejemplar bilingüe de la Commedia, en fin, pero no sólo los libros de la carrera, sino que Esther también conserva, como en un museo, los libros de nuestra infancia, destartalados, deshojados, rotosos. Ese toque de su biblioteca, el estante de abajo que deja a los sobrinos, me resulta sagrado. Pero cada tanto compruebo que no sólo los conserva, sino que también consigue de milagro ediciones nuevas de esos libros viejos (como las de Sigmar).
El otro día me mostró que había comprado La historia del alfabeto, un manual ilustrado para niños en donde copié la alfa por primera vez. Esto que suena de nenas raritas -y lo es- dejó en las dos una huella imperdonable que nos llevó a las aulas de la misma carrera.
También estuvo L., compañera de generación, hace dos fines de semana por acá. Ella cree que la facu fue la mejor época de nuestras vida, en especial porque durante esos años fuimos chicas realmente populares, según su testimonio. (Me quedé pensando cómo era sentirse popular: ah, sí.).
En casa, urgando en mi mutilada biblioteca, encontró la historia de Lapesa y hablamos de él como de un abuelo entrañable. Después de criticar a personajes célebres, buscamos a todos los compañeros disidentes de la carrera en FB, como si realmente fuéramos del FBI. Me reí mucho con sus anécdotas de aulas - más afiladas, obvio, que mis recuerdos-y me di cuenta que las pasiones, nuestras charlas y Unamuno, son cosas que difícilmente se olvidan.
2 comentarios:
Tiene los libros de "Elige tu propia aventura"? O no sobrevivieron?
En Berlín encontré un ejemplar de Billar a las nueve y media en alemán porsupuestamente, y me lo traje lo más campante. También es uno de mis libros preferidos... habremos estudiado lo mismo, vos, tu hermana, L. y yo?
En fin, ya me chusmearán esa búsqueda surrealista de compañeros perdidos. Besos a todos.
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