La primera infancia tan cercana me hace pensar en cosas creativas y estéticas muy seguido. También en la fluidez, rapidez y espontaneidad con la que hay que vivir. Entre ser alambrado y almohadón, hay una franja maravillosa que es muy disfrutable y que consiste en que todo fluya, que la sorpresa venga, que contengamos todo: rabietas, abrazos fuertes y canciones en idiomas inentendibles.
Salgo a la feria con cámara en mano (me la regaló él hace dos meses, después de mi ristra de quejas incongruentes sobre "la otra enorme que no sé usar": machacona y efectiva). Me disponía a sacar casi quinientas fotos de esa maravilla que es la verdura y la fruta de esta tierra, y el arte con el que los feriantes desparraman en los tablones la mercadería y la ordenan por género (herbáceas, solanáceas, crucíferas) y por color (lo juro): las lechosas lechugas, las frutillas de estación, los tomates americanos -que están un domingo a $80 y al otro a la mitad-; las zanahorias -fielmente baratas-; los boniatos -a los que cariñosamente porteña les llamo "batatas" y la gente se me escandaliza-.
Pero este domingo fui con ayudante. Quise sacar por lo menos quinientas fotos y llegué a casa con dos...o mejor, con una y media. Porque en la primera infancia todo es fluidez, rapidez, espontaneidad, unas manitos exploradoras tocando, tirando y aplastándolo todo, mientras yo sonreía como una alemana en un partido de Peñarol, como si no entendiera lenguaje más que el de la amabilidad.
4 comentarios:
Después de leerlo casi se me escapa un "ah, sí, lo recuerdo".
¡¡¡Como una alemana en un partido de Peñarol!!! Genial.
que lindo post mae.. estás contando más de tus hijos ultimamente y menos de cosas letrosas.. me gusta :) besotes rochi
Pues a mí me gustan también tus "cosas letrosas".
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