lunes, 19 de octubre de 2009

Al pelo


Y recordé ese gesto, tan de allá, el que hacen algunas personas, especialmente, las que hablan pegadas a la cara de su interlocutor. Ellas conversan con vos, como si nada, y de pronto, levantan la mano. Miran fijamente un pelo largo que descansa en tu hombro, sobre el abrigo, o que cuelga suelto, clavado en punta en la bufanda. Lo extraen con dos dedos (casi siempre, pulgar e índice) y lo separan de tu cuerpo todo lo posible, para examinarlo y para que lo examines. Ah...perdonáme, tenés un pelo...te dicen, además, por si no te hubieras dado cuenta. Y vos te sentís como invadida, tal vez, con el complejo de un submundo capilar.
Le conté esto a M., bajando las escaleras, y nos reímos un minuto y medio.
Nadie estará tan cerca de mí como para hacerlo, me dijo decidida. Pero éste es su papel, así que la dejé actuar.
Al rato, sentadas al sol, se fijó en mi melena bastante caótica, y en dos alambrecillos blancos que saltaban a la vista.
Tienes dos canas, dijo. Y me las mostró, tambaleantes a la luz.

1 comentario:

mòmo dijo...

jajajajajajaja