Llegada al mundo real

Parte de la mundanza hecha. Llegamos a nuestra primera base de operaciones, después de haber viajado durante cinco días (prefiero contarlo así, como una historia de hadas, como si hubiéramos llegado en transatlántico). Armamos nuestra tienda de campaña: la cuna, dos valijas abiertas y un paquete de yerba, y así salimos a ver familia, amigos, amores por doquier. B.A. nos recibió demasiado bien, porque un diluvio la noche anterior a nuestra llegada dejó el cielo y el aire renovados, con una temperatura vivible y respirable. A mí las mediasestaciones en esta ciudad me encantan, en parte porque no soy alérgica, y en estos días hasta las noches refrescan. Una locura de febrero. Las mismas cosas de otra manera. Lo que siempre me encandilará será la luz del sol avanzando por todas las calles y metiéndose por las ventanas del frente y el contrafrente de los edificios.

En el termómetro de la calle ya palpé el humor, los temas candentes y la sensación de inseguridad. Es una rara experiencia: vas saltando de los afectos a la belleza de las cosas nuevas, y de los sobrinos nuevos a los novios nuevos, y de ahí a los miedos de que te roben y de ahí a las tonadas que, por breves momentos, chocan al oído, y de ahí a una lata de aceitunas light que acabo de ver en la heladera de mi cuñada. Aceitunas light...todavía no me fijé qué es lo que hará de estas olivas algo especialmente hipocalórico.