martes, 29 de mayo de 2012



Que el arte y la religión han ido siempre de la mano es un fenómeno cultural innegable. Pero intuyo que algo empezó a quebrarse en los últimos tiempos. La liturgia no siempre es el lugar reservado para hermosas piezas musicales, ni los templos son armónicos ni están bien decorados (pienso en el bajo de Pamplona donde funciona la parroquia Mártires de Uganda, todo un símbolo de lo que acabo de decir). Es más,  ¿a dónde fueron a parar los sermones como grandes géneros literarios, o dónde se dice el salmo como lo que es, un poema, pura música? 

Todo esto pensaba aquel domingo en esa capillita de Núñez, cuando frente a un hermoso original de Soldi de la Virgen había una reproducción tiesa, malasa y chillona de Ntra. Señora de Schöenstatt. Parecía una broma efectiva o un acto de ingenuidad pasmosa.

El culto comenzó entonces y unas guitarras afinadas en dos tonos distintos acompañaron las voces afónicas y melosas. Todo parecía que iba a apoyar la teoría elaborada antes de empezar la misa, hasta que el sacerdote recitó, para explicar la parábola del sarmiento y la vid, ese maravilloso poema de Francisco L. Bernárdez que dice así:



Si para recobrar lo recobrado 
debí perder primero lo perdido, 
si para conseguir lo conseguido 
tuve que soportar lo soportado, 


si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido, 

tengo por bien sufrido lo sufrido, 
tengo por bien llorado lo llorado. 

Porque después de todo he comprobado 
que no se goza bien de lo gozado 
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido 
por lo que el árbol tiene de florido 
vive de lo que tiene sepultado.



El soneto matizó mi juicio despiadado: aun quedan reservados para sorprendernos ciertos reflejos artísticos en las celebraciones, y un gran número de iglesias preciosas. Y en contra de esta neo iconoclastia, la del mal gusto, Bernárdez me dio esperanzas de que para recobrar lo recobrado, debemos perder primero lo perdido.


3 comentarios:

Juan Ignacio dijo...

Se supone que lo que se pierde para ganar otra cosa se hace, en cierto modo, como un sacrificio. Y que hay una relación causa-efecto o cómo quieras llamarla: pierdo algo, para ganara otra cosa.

En el caso este lo que se está haciendo no es un ningun sacrificio que de como resultado luego algo mejor. Si sale algo bueno será involuntariamente, cuando ya no se soporte más el "desastre litúrgico" y reaccionemos.

Vero dijo...

Me encantó. Es realmente genial. ¡Y como se la jugó el sacerdote! Un beso

Vero dijo...

Me encantó. Es realmente genial. Me hizo reír mucho. ¡Y cómo se la jugó el sacerdote! "Para vos, ¡tomá!", jaja, qué bueno. Un beso